VIDEO: El Perdón a su Agresor de una Mujer Iraní Desfigurada

(Internet / Edición www.soloparatiradio.com).- La televisión iraní difundió un video en el que se observa a la iraní Ameneh Bahrami concediendo el perdón ante la “Ley de Talión” a Majid Movahedi, quien le arrojó en el 2004 ácido en el rostro -por lo que quedó completamente ciega y desfigurada- luego de no aceptar sus reiteras peticiones para casarse.

Ameneh Bahrami estaba facultada por la legislación islámica iraní de provocarle a su agresor la misma pena que sufrió. La única condición era que ella misma echara en los ojos del hombre diez gotas de ácido sulfúrico.

Sin embargo, al tener a este hombre llorando arrollidado delante de ella en el Hospital Forense de Teherán, ella dio marcha atrás a la condena. “Lo perdoné, pero los que están atrás de mí no pueden. Soy muy feliz y quiero que sepan que lo hice por Dios”, indicó Bahrami.

Tras la decisión adoptada por la víctima, Movahedi tendrá que volver a la cárcel para cumplir una condena de prisión indeterminada.

NOTA IMPORTANTE

La palabra “perdonar” significa hacer borrón y cuenta nueva, perdonar, cancelar una deuda. Cuando somos injustos con alguien, buscamos su perdón a fin de restituir la relación. El perdón no es otorgado debido a que la persona merezca ser perdonada. Nadie merece ser perdonado. El perdón es un acto de amor, misericordia y gracia. El perdón no es un sentimiento, es una decisión de no guardar rencor a otra persona, pese a lo que le haya hecho.

La Biblia nos dice que todos necesitamos el perdón de Dios. Todos hemos cometido pecado. Eclesiastes 7:20 declara, “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.” 1 Juan 1:8 dice, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” Todo pecado es a la larga un acto de rebelión en contra de Dios (Salmos 51:4). Como resultado, necesitamos desesperadamente el perdón de Dios. Si nuestros pecados no son perdonados, pasaremos la eternidad sufriendo las consecuencias de nuestros pecados (Mateo 25:46; Juan 3:36).

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